El escritor y destacado intelectual peruano Mario Vargas Llosa obtuvo el pasado jueves, al fin y a los 74 años, el premio para el que fue eterno candidato año tras año desde la década de 1980.
El premio Nobel de Literatura fue galardonado por la sexta vez en la historia a un latinoamericano
.
Llosa es un novelista formidable, y como tal merece felicitaciones, pero también un gran polemista político, que merece las críticas recibidas a lo largo de su historia.
El peruano tuvo un gradual paso de izquierda hacia un capitalismo de libre mercado con un credo entusiasta, ortodoxa y militantemente liberal.
Esas posiciones lo han puesto en desacuerdo con gran parte de la élite de intelectuales del hemisferio.
Nacido en la ciudad andina de Arequipa en una familia de clase media, fue miembro de una célula clandestina del Partido Comunista de Perú y que admiró y defendió la Revolución Cubana.
La ruptura se produjo en la década de 1970. En medio del despegue del "boom", dejó atrás "todo lo que significa dogma y exclusivismo ideológico". Criticó a Cuba, consideró al socialismo enemigo de la libertad y se apegó a ideas liberales de derecha.
Vargas Llosa ha peleado con el presidente venezolano Hugo Chávez y a menudo critica al mandatario cubano Fidel Castro.
En un famoso incidente en 1976 en la ciudad de México, Vargas Llosa le dio un puñetazo a su otrora amigo Gabriel García Márquez. Se dice que ambos no se han hablado en décadas. No hubo reacción al premio por parte de Gabo.
Vargas Llosa es ganador de premios como el Cervantes, el Príncipe de Asturias, y doctor Honoris Causa de universidades americanas, asiáticas y europeas. En su vitrina ya no falta ahora también el Nobel
El escritor dijo que el galardón es para la lengua en la que él escribe y para la región de la que procede.
De hecho, nunca un no hispanohablante ha ganado el codiciado premio.
En la corta lista de los “Nobeles” del continente, están:
Mario Vargas Llosa (Perú, 2010)
Octavio Paz (México, 1990)
Gabriel García Márquez (Colombia, 1982)
Pablo Neruda (Chile, 1971)
Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1967)
Gabriela Mistral (Chile, 1945)
Todos hispanohablantes. Y, si, un centroamericano. El guatemalteco Miguel Ángel Asturias escribió obras indispensables, como “Hombres de Maíz”.
Nunca un brasileño ha ganado un Premio Nobel. Tampoco un salvadoreño.
Pero en esta semana de alegrías para la literatura latinoamericana, hago mi registro de la conquista de Mario Vargas Llosa a través del homenaje a otro escritor del continente entre tantos que merecen reconocimiento.
Particularmente en Brasil, donde el promedio de conocimiento sobre Latinoamérica es casi ridículo, queda esta pista de uno de los monumentos de la literatura latinoamericana.
Cuentos de Barro, de Salarrué, es probablemente el libro más conocido por los lectores salvadoreños, y el que de alguna manera “representa” las letras de El Salvador en numerosas antologías de literatura latinoamericana.
Salarrué, supremo habitante del gran libro del trópico, cuyo centenario de nacimiento se conmemoró en 1999, merece dimensión universal para la que siempre estuvo señalado.
"Como el alfarero de Ilobasco modela sus muñecos de barro: sus viejos de cabeza temblona, sus jarritos, sus molenderas, sus gallos de pitiyo, sus chivos de patas de clavo, sus indios cacaxteros y en fin, sus batidores panzudos; así con las manos untadas de realismo; con toscas manotadas y uno que otro sobón rítimico, he modelado mis Cuentos de Barro.
Después de la hornada, los más rebeldes salieron con pedazos un tanto crudos; uno que otro se descantilló, éste salió medio rajado y aquél boliado dialtiro; dos o trés se hicieron chingastes. Pobrecitos de mis cuentos de barro… Nada son entre los miles de cuentos bellos que brotan día a día; por no estar hechos en torno , van deformes, toscos, viciados; porque, ¿qué saben los nervios de línea pura, de curva armónica? ¿Qué sabe el rojizo tinte de la tierra quemada, lakas y barnices?; y el palito rayador, ¿qué sabe de las habilidades del buril?...
Pero del barro del alma están hechos; y donde se sacó el material un hoyito queda, que los inviernos interiores han llenado de melancolía. Un vacío queda allí donde arrancamos para dar, y ese vacío sangra satisfacción y buena voluntad.
Allí van esa hornada de cuenteretes, medio crudos por falta de leña: el sol se encargará de irlos tostando."
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