Tuesday, 27 December 2016

2017 (no) volver a los 17



Escrevi aos 17 em 1997. Aliás, esse é um dos primeiros poemas que lembro de ter escrito. Eu lembro do dia, lembro do contexto. Um ano depois, publicaram-no num pé de página de um jornal local. Encontrei-o este ano, apenas a fotocópia, entre vários arquivos pessoais que estavam armazenados na casa dos meus avós, na minha cidade natal. Enfrentamos o  famoso"quartinho dos fundos" este ano, para colocar um projeto importante para a família em pé, e ali reencontrei, revisitei e reorganizei várias caixas e pastas de histórias e nostalgias. 'Arte e questionamento', sim, mas hoje também alguma outra certeza, por favor. 



Volver a los diecisiete después de vivir un siglo
Es como descifrar signos sin ser sabio competente
Volver a ser de repente tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo como un niño frente a dios
Eso es lo que siento yo en este instante fecundo

Tuesday, 29 November 2016

!Es la articulación y no la unidad, estúpido! O el mar de los dos demonios y el dilema del puercoespin en Brasil, nuevamente...

Mantendo o registro nos alfarrábios, texto publicado originalmente em Asuntos del Sur em 12 de outubro de 2016.

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La cuestión más relevante para el contexto político brasilero actual, y que ha llamado la atención y la dedicación de la mayoría de los análisis preocupados por las posibilidades y límites de las transformaciones y emancipaciones sociales del Brasil post-PT, es el dilema de la organización. Son diversas en número y en fundamentos las opiniones entre militantes de los movimientos sociales, intelectuales y cuadros partidarios de la izquierda sobre cómo enfrentar el momento: recomposición, reinvención, rescate, transición.

Tal tarea exige reflexiones verdaderamente de fondo: ¿Cuál es el “ser” de izquierda? ¿Cuál es la lógica y la naturaleza de la formación de las identidades colectivas? ¿Cuáles son los límites/posibilidades del hacer político por la vía no institucional? ¿Cuáles son en verdad las instituciones estatales?

Ninguna de estas preguntas tienen respuestas evidentes, fáciles o exclusivas, pero el actual espacio para su formulación es también una invitación a la acción. Las instituciones, por ejemplo, claramente nunca son entidades neutras; al contrario, representan la cristalización de las relaciones de fuerza entre agentes políticos, una situación de equilibrio temporario entre ellas. Esa afirmación es casi palpable: cuando un proyecto de transformación social comienza a ser implementado, este entrará en choque con el orden institucional vigente, y tendrá que ser modificado tarde o temprano.

Esa modificación puede ocurrir de varias formas y en varias dimensiones, de acuerdo al tiempo histórico y a la geografía en cuestión. Los gobiernos de Chávez, Morales y Correa en Venezuela, Bolivia y Ecuador, respectivamente, (los “piratas del Caribe”, apodado por Tariq Ali) en el auge del “progresismo” suramericano al comienzo de los años 2000, tuvieron éxito en las reformas constitucionales que permitieron que los avances sociales fueran llevados a cabo y se consolidaran.

Sin embargo, para el final de aquella década y el comienzo de la que vivimos, los gobiernos de Zelaya, en Honduras y de Lugo, en Paraguay, sin la misma capacidad de movilización de sus pueblos, transitaron el mismo camino y acabaron, por reacción- agrupación de sus fuerzas conservadoras nacionales, viendo a sus presidentes electos por el voto popular destituidos de sus cargos, a través de un mayor o menor grado de coerción y uso directo de la fuerza, inaugurando lo que comúnmente ha sido llamado “golpe de Estado de nuevo tipo”.

En Brasil, cuyos gobiernos de la era del PT deliberadamente se amarraron a la forma tradicional y decadente de hacer política (siempre invocando la famosa gobernabilidad de la realpolitik y la culpabilidad del sistema de presidencialismo de coalición para buscar justificarse a sí mismo) siquiera se intentó incluso algo parecido a esos cambios institucionales para que se disputase efectivamente la hegemonía (en el sentido gramsciano) de la sociedad, y los resultados, para este partido que presumía de ser el centro de la órbita de las izquierdas, fueran horribles no solo por la brecha que se abrió para el “golpe” que se consumó en septiembre, si no también véase las elecciones locales de octubre.

Entre Escila y Caribdis
Se puede decir, entonces, que la era del PT fue marcada por dos límites: su certeza petulante en la negación por buscar cambios estructurales (que necesariamente pasaría por las reformas constitucionales) y su anclaje (algo común en experiencias gubernamentales de izquierda en regímenes de democracias liberales) en la burocracia y el meandro de poder (falso) del Estado –una combinación que inevitablemente deja de lado la movilización por mecanismos de presión social sobre las instituciones.

En ese sentido, la característica más original de los gobiernos nacionales y populares de América Latina, como analiza Ernesto Laclau, fue realmente el calibre entre una dimensión horizontal de autonomía y una dimensión vertical de hegemonía, y como se observa, en el Brasil post-PT, en este país se operó un efectivo equívoco de esa dosis. En el prefacio, de 2013, de su último libro publicado, “La razón populista”, el cientista político es preciso: “Dar énfasis exclusivo a la dimensión hegemónica conduce a regímenes burocráticos que no se alimentan de una movilización maciza de base. En este caso, el resultado solo puede ser el retroceso del proceso transformador y su progresiva absorción por el viejo establishment”.

Lo más importante en el aporte laclauniano al debate político, principalmente el que está dado en Brasil hoy, es el entendimiento de que un ideal libertario supuestamente “puro” que rastree sus objetivos totalmente por fuera del espacio estatal también es una receta para la amargura del fracaso (al menos en cuanto el Estado como tal se mantiene como la esfera regulatoria de la vida social). 

La lucidez de esa crítica se destaca en este tramo:
Lo peor que le puede acontecer a un proceso incipiente de transformación es quedar paralizado entre Escila y Caribdis, esto es, entre dos demonios: o seducido por una perspectiva puramente liberal, que acepta las formas institucionales existentes como el único marco posible de accionar el público, o estimulado por una política de pura protesta, que se agota en su autorreferencia.

Sin embargo, independientemente de si es correcto pensar que es la razón populista (en el sentido en que Laclau analiza la categoría) el fundamento mismo de la política –y por tanto también del rompimiento con esas dos racionalidades, esos dos demonios, que, al fin y al cabo, presuponen o el fin de la política como tal (esto es, de aquella que pregona una reconciliación total de la sociedad entera) o a su reducción tout court (o sea, la mera administración pública)–, es urgente, al menos para la izquierda, el enfrentamiento del problema de la organización. E irremediablemente comprenderemos: no habrá unidad, solamente articulación. 

El enemigo ausente y el puercoespín
El primer paso para enfrentar este problema, y en un sentido general la propia lucha política, es entender las necesidades del corte antagónico; necesitamos saber nombrar al enemigo. Hemos en Brasil, por las razones descritas arriba, y que irremediablemente traspasa los límites (deseados) del Lulopetismo, fallado en eso. Los gobiernos del PT, por temor a los costos políticos-electorales de determinados y determinantes enfrentamientos, no hicieron el nombramiento del enemigo.

Pero cuando una sociedad es confrontada por una anomia radical, la necesidad de algún tipo de ordenamiento, de cualquier tipo, se torna más importante. El orden del Leviatán, en el clásico de Tomas Hobbes, es el ejemplo extremo y seminal, pero puede explicar también, en cierta medida, por qué ciertos grupos sociales prefieren (y convocan, como se vio en algunas manifestaciones brasileras en los últimos tiempos) el autoritarismo y el control extremo.

Esa falta de nominación se vuelve fundamental porque si el enemigo para el cual fuimos convocados a luchar se vuelve, por conveniencia electoral de una elite partidaria, el amigo “táctico”, pero luego, porque traicionó a esa elite que lo alineó, vuelve a ser apuntado como nuestro antagónico (los “golpistas”), obviamente el juego del toma y daca es percibido y las desconfianzas se exacerban, los actores políticos combativos se atrincheran en sus diferencias, sin disposición a nuevas propuestas de unidad.

Es ahí que el actual dilema de la organización de izquierda en Brasil se asemeja a los puercoespines de Schopenhauer a quien Freud, y después también Laclau, hacen referencia: si estuvieran muy distantes unos de otros, sienten frío; si se aproximan de más para calentarse, se acaban perjudicando con sus espinas. Y de ahí también el sentido de parodiar, nuevamente, la célebre frase de James Carville que se volvió “snowclone” (una frase que se hace cliché en que uno o más elementos pueden ser sustituidos, y es popularmente repetida hasta el cansancio con múltiples usos).

El estratega de campaña de Bill Clinton a la Casa Blanca en 1992 sabía que George Bush (padre) era virtualmente imbatible en la elección de aquél año, principalmente por cuenta de una política exterior considerada exitosa. Carville sugirió enfocar las preguntas más directamente relacionadas con la vida cotidiana y las necesidades más inmediatas de la ciudadanía, y colocó carteles en las sedes de campaña con tres frases: “Cambios versus Más de lo mismo”; “No se olvide de la salud”; “La economía, estúpido”. Lo que se suponía que era sólo un recordatorio para los equipos de trabajo de campaña se volvió un slogan nacional no oficial, y contribuyó definitivamente para cambiar la correlación de fuerzas en las elecciones, y permitir la victoria, improbable, de Clinton. En nuestro caso: ¡no es la unidad, es la articulación, estúpido!

Hegemonía de nuevo tipo
Si tomáramos como hecho que la izquierda, de forma global, todavía no tiene un discurso que la pueda volver una alternativa institucional al capitalismo neoliberal, dado que en la práctica, como se ha visto en la experiencia brasilera reciente, esta supuesta izquierda  para asumir el gobierno está dispuesto a aliarse con quienes otrora eran los enemigos (siempre en nombre de la “realidad” de la política de “verdad”) es prácticamente imposible concebir un común positivo compartido: el enemigo no está dado.

Por su constitución biológica los puercoespines no pueden evitar sus espinas, y herirse unos a otros, por más que deseen aproximarse con el objetivo de calentarse, por mayor que sea el frío que les aflige. Para alcanzar ese objetivo, vital, su cooperación deberá ser por articulación, y no por unificación.

Siguiendo a Rosa Luxemburgo, la unidad de la clase obrera (la que esta autora consideraba el sujeto histórico privilegiado) no está determinada a priori por la primacía de lo económico, sino por los efectos acumulados de la división internacional de la movilización social – todas las variedades de luchas son vistas como vinculadas entre sí no porque sus objetivos concretos estén intrínsecamente ligados, sino porque esas variedades equivalen en su confrontación con el régimen opresor.

La “unidad” de esa variedad se establece, por tanto, no por algo positivo que ellas compartan, sino por la identificación con lo negativo, por la articulación de sus diferencias en una cadena de equivalencias en oposición a un enemigo común.

Es preciso, entonces, tener como base de nuestra nueva organización una reconfiguración de la noción de hegemonía. En el caso del PT, en particular, esto para por la asunción real de que no existe la menor posibilidad de que el “partido de Lula” (expresión a la que tristemente se redujo la sigla, en lugar de la poderosa articulación de masas de la que formaba parte en los años ‘80 y ‘90) se reconfigure como partido hegemónico de las izquierdas brasileras. La ausencia de un partido hegemónico (en el sentido clásico), por otra parte, tal vez no sea la principal barrera que debemos superar, como se limita a analizar Tarso Genro, uno de los más importantes cuadros del PT, ex gobernador de Rio Grande del Sur, el estado más al Sur de Brasil, y ex ministro de Estado, y que se ha comprometido con aparente seriedad en una reflexión autocrítica que vale su nombre.

Tarso también ha hablado, siguiendo el análisis de Roberto Amaral, histórico político brasilero, en un “frente político de nuevo tipo”. Son comentarios que demuestren reconocimiento de que la sigla, aunque siga teniendo una gran base social orgánica anclada en los movimientos sociales tradicionales que nunca se apartan de la esfera del Partido de los Trabajadores (CUT y MST), redujo definitivamente su capacidad de movilización. Pero al sugerir este frente de nuevo tipo, no se arriesgan más allá de lo normal-conocido, o no son capaces de pensar la transición de las izquierdas más allá de la creación de un nuevo partido hegemón –o lo que es peor, proyectan el viejo PT recauchutado, con una identidad “rescatada”, lo que sería una apuesta infeliz e inocua.

Podríamos, así, comprender lo que sugiere el filósofo político Rodrigo Nunes por composición “multitudinaria”, esto es, no sólo una diversidad de tácticas entre grupos organizados, sino una presencia masiva de gente que no se define necesariamente como “activista” o “de izquierda”. En el caso de la política de las calles, hablando metafórica y literalmente, la defensa de una identidad supuestamente estable y estática es un equívoco; nuestro hacer político debe precisamente construir articulaciones que puedan colocarnos en equivalencias, sin eliminar o anular diferencias, en relación a un antagónico. Para eso, como afirma Nunes, “Tenemos que estar abiertos a ser como cualquiera, justamente para que cualquiera pueda ser como nosotros”.

La paradoja es que esto no invalida la idea de una hegemonía, sino nos insta a entenderla de esa otra manera. Cuanto más extendida sea nuestra cadena de equivalencias, menos será la capacidad de que cada lucha concreta se encierre en sí misma, en una identidad diferencial que sea exclusiva de ella.
La operación, en que una particularidad asume una universalidad cuya plenitud es necesariamente imposible, siempre incompleta, es lo que se entiende aquí por hegemonía – la totalidad por la cual debemos luchar para constituirnos como un “bloque histórico” es un horizonte, no un fundamento. Nuestras equivalencias se darán a partir de nuestras diferencias, y no a la inversa, y para eso necesitamos nombrar al enemigo, sin afecciones, sin histerias, y sin conveniencias electorales pseudo-justificadas.

Aquí Ernesto Laclau nos arroja luz nuevamente: “Un grupo es considerado hegemónico cuando no se cierra en una estrecha perspectiva corporativista, pero se presenta para la más amplia masa de población como el director de objetivos más extensos, como la emancipación o la restauración del orden social”.

El propio autor problematiza la noción de “objetivos más extensos” y “más amplia masa”. La lucha hegemónica por la cual nos debemos engranar no es simplemente un acuerdo negociado o la imposición de un principio organizador preexistente, y sin algo que emerja de la propia interacción política entre los grupos. Generar una posición capaz de conseguir un máximo de adhesión en un momento dado es, entonces, el desafío, que permite la acción transformadora. Y esa transformación socio-estructural, de la cual depende el pensar y el construir nuestra nueva organización, nunca es producida por un único actor pero es resultante de una serie de articulaciones, que a veces se combinan de modo inesperado.

Nuestra nueva organización política, por lo tanto, no se debe pensar en la vanguardia en su sentido leninista clásico, comenzando, por razones obvias, por el PT. La retaguardia, como afirma el ex secretario de Ciudadanía Cultural del Ministerio de Cultura, Celso Turino, parece ser un mejor lugar, en cuanto soporte a los movimientos sociales de hoy, sin buscar cooptarlos o controlarlos. Esa es una llave para abrirse a una lógica de partido-movimiento, en una pluralidad de estilo de un Frente en cuyo borde ya se prevé su desborde, un operar firme entre las dimensiones de la autonomía y de la hegemonía; un navegar preciso, y no temeroso, entre Escila y Caribdis en una travesía que no se termina, pero se renueva.


Thursday, 8 September 2016

Au Brésil, le Parti des travailleurs doit-il disparaître ?

Outro registro da circulação colaborativa de publicações, desta vez no altereco+plus de artigo originalmente publicado, em abril de 2016, na Asuntos del Sur.
Primeira vez que me vejo traduzido em francês :)

ALEKSANDER AGUILAR - 22/04/2016

La procédure de destitution de la présidente brésilienne Dilma Rousseff, qui s’apparente à un coup d’Etat, sera menée jusqu’au bout par la coalition qui l’a lancée. Cette coalition mêle des milieux d’affaires, des parlementaires, des médias et des magistrats. Si la procédure aboutit, elle engendrera des conséquences graves et durables pour l’Etat de droit démocratique du Brésil et pour toute l’Amérique du Sud. Pourtant, face à cette crise politique profonde, certains espèrent encore «sauver » l'identité du Parti des travailleurs (PT). Les identités politiques, cependant, ne sont ni fixes, ni stables pour pouvoir être ainsi simplement « sauvées ».

Un front contre la dictature
Le Parti des travailleurs, qui selon l’expression de Luis Inacio Lula da Silva, son principal représentant se flatte d’être « la plus grande et la plus aboutie des organisations de gauche latino-américaines »  est né en février 1980 et a longtemps fonctionné comme un vaste front au sein duquel ont cohabité des groupes de différentes origines et orientations idéologiques, toujours assimilés au champ politique présumé de la gauche. Un champ qui s’est constitué durant les dernières années de la dictature et contre celle-ci.

Mais aujourd’hui, après 36 ans d’existence et quatre victoires successives lors des élections présidentielles, le Parti des travailleurs n’existe que parce Luis Inacio Lula da Silva lui-même existe. Des récents sondages sur les intentions de vote désignent Lula comme le favori pour l’élection présidentielle de2018, confirmant que le parti dépend d’abord de son nom. Cette situation ne découle pas simplement des circonstances, mais résulte de la volonté délibérée du parti et de ses choix.

Durant toutes ses années à la tête du pouvoir fédéral, le PT s’est tellement consacré à bâtir sa fameuse « gouvernance », sans rénover dans le même temps ses cadres et ses dirigeants, que tout son héritage en matière de projet national s’est dilué. En cause, le manque patent d’autocritique qui a marqué son exercice du pouvoir. Cette erreur risque aujourd’hui de provoquer sa disparition.

Concessions éthiques
Dans un exposé sinueux, André Singer, politologue, journaliste, et porte-parole de la présidence durant le premier gouvernement de Lula, confirme cette analyse quand il écrit que le lulisme est dans le coma, mais qu’il n’est pas encore mort. Le PT semble en effet chercher une issue à son affaiblissement chronique dans un nouveau recours à Lula, mais en retombant dans la même erreur méthodologique que celle de ses seize années de gouvernement. C’est-à-dire en évitant de mettre en oeuvre des réformes structurelles et en continuant à faire des concessions, y compris (et même surtout) éthiques.

Ces concessions, il les a faites dans le passé à l'industrie agro-alimentaire et aux géants internationaux du bâtiment qui ont diffusé la « culture de la corruption » et qui ont assuré la croissance économique du pays à un coût social terrible. Il les a faites également aux partis politiques néo-pentecôtistes, présents au Parlement, qui ont fait reculer les droits humains et sociaux.

Le PT s’est également montré très accommodant avec les grands groupes médiatiques (ceux-là mêmes qu’ils critiquent aujourd’hui à cause des accusations portées contre lui). Des groupes auxquels il a concédé des budgets publicitaires considérables pour esquiver le débat sur la nécessaire démocratisation des moyens d’information. Enfin, plus récemment, le PT n’a pas hésité à proposer sans vergogne de plus en plus de postes gouvernementaux à la droite nouvelle et traditionnelle (son alliée depuis le premier gouvernement Lula, en réalité) en échange de votes contre la procédure de destitution de Dilma Rousseff.

Changement lent
André Singer reconnaît que Lula et le PT n'ont jamais été préoccupés par la transformation des règles du jeu politique, mais qu’ils ont cherché à tout prix à devenir un acteur pertinent dans ce paysage. A ses yeux, l’idée que des réformes structurelles auraient pu être réalisées dans le pays pendant le boom des matières premières qui a assuré le succès des gouvernements Lula est une idée «abstraite » car le modèle défendu par le leader du PT a toujours prôné uneméthode de changement très lent, par la marge.

De manière délibérée, les gouvernements du PT n’ont pas voulu créer les conditions matérielles qui permettent de forger un projet national. Ils se sont transformés, aux côtés des élites traditionnelles, en otages de leur propre succès. Le PT a bâti une présumée intégration sociale fondée en réalité sur la consommation, et non pas sur une véritable citoyenneté, convaincu que tout irai bien tant que les pauvres seraient de moins en moins pauvres, mêmes si les riches devenaient de plus en plus riches.
Au lieu de modifier l'équilibre du pouvoir au Brésil, qui penche à l’évidence du côté des élites lesquelles maintiennent les inégalités et l'injustice sociale en repoussant les réformes indispensables (propriété de la terre, loi électorale, démocratisation des médias…), le parti a préféré continuer à jouer à « Games of Thrones », un jeu dans lequel soit on vainc, soit l’on meurt.

Le Lulisme et PT sont donc en train de mourir aujourd’hui. Le parti, en vertu de la fameuse « habileté » politique de Lula, a préféré payer un prix absurde pour conserver ses honteux alliés au nom d'une prétendue realpolitik, plutôt que de gouverner avec le peuple, comme l’affirme LuizaErundina, députés fédérale et figurereconnue sur la gauche dit Brésil, c’est-à-dire en formant une alliance, efficace avec la société civile.

L’aspect le plus pathétique de ce choix est que ses « alliés » de près de 20 ans contre lesquels il avait pourtant été mis en garde, y compris depuis l’intérieur du PT lui-même montrent aujourd’hui, à travers la procédure de destitution, qu’ils n’ont jamais vu dans le parti qu’un allié tactique qui leur a permis de garantir et de maximiser leurs profits pendant la décennie de boom des matières premières.
Mais précisément le capitalisme ne peut offrir une croissance économique stable, solide et durable. La combinaison de la chute de l'économie mondiale et des lourdes carences de la politique industrielle brésilienne ont mis un terme au cycle néo-libéral de l’insertion internationale du pays. En n’étant plus utile aux intérêts des élites et en ne bénéficiant plus par ailleurs de sa popularité passée, le PT est devenu un outil obsolète, comme le montre la procédure de destitution, aux allures de coup d’Etat, par laquelle les élites traditionnelles cherchent à contourner l’Etat de droit.

C’est la leçon que le PT doit encore apprendre : un parti politique ne constitue pas une fin en soi. Et ces outils que sont les partis politiques s’usent, et du coup peuvent ou même doivent disparaître.

Au centre-droit
En l'état, avec son évidente orientation de centre-droit, le PT ne sert plus à  personne aujourd’hui. Au vu de l’enfer que le gouvernement vit en ce moment, le parti sait (ou devrait savoir) qu’il n’obtiendra pas d’appui à droite. Et alors que le second gouvernement Dilma Rousseff a clairement mis en œuvre une politique économique néolibérale, le parti utilise maintenant la rhétorique du coup d’Etat mené contre lui pour solliciter l'appui d'une "base" de gauche. Comme on l'a fait remarquer de manière critique Frei Beto, le PT ne se souvient des mouvements sociaux que lorsqu’il doit éteindre un incendie…

Avec le même réalisme dont il s’est tant glorifié ces dernières années, le gouvernement devrait comprendre que c’est sur la gauche qu’il pourrait compter aujourd’hui pour peu qu’il envoie des signaux montrant qu’il est prêt à mettre en œuvre un programme progressiste, et même radical. Ce qui est en jeu au Brésil, ce n’est pas le gouvernement du PT, ni son héritage. Les manifestations des 18 et 31 mars ont montré que les forces politiques de gauche, et pas seulement les forces partisanes, sont prêtes à défendre le pays, à défaut de défendre le gouvernement.

Ces défilés " contre le coup d'Etat " ne sont pas historiques parce qu'elles étaient favorables au PT, mais parce qu’ils ont regroupé les gauches brésiliennes autour du slogan « A bas le réseau Globo » (NDLR : le plus grand groupe brésilien de médias) ce qui ne s’était pas vu depuis trente ans, renforçant ainsi leur revendication d’une démocratisation des médias de masse. Ce message doit être respecté et compris.

Il reste peut-être un dernier espace politique pour une réorganisation du PT en lien avec les mouvements sociaux pour peu qu’il s’engage à réaliser au minimum le programme qu’il avait mis en avant durant la campagne de l’élection présidentielle de 2014.

Dans le cas contraire, le PT aura atteint ses limites. Par cohérence et par un sens minimal de ses responsabilités, il devrait disparaître, devenir une référence du passé et laisser germer la nouveauté.

Aleksander Aguilar est journaliste et linguiste. Il coordonne la plateforme OISTMO

Cet article est publié avec l’accord de Asuntos del Sur

Wednesday, 31 August 2016

To coup or not to coup: radical political reform is the only way to resolve Brazil’s political crisis

Today, when the Brazilian Federal Senate has voted for the definitive impeachement of  the president of the Republic (now former), Dilma Roussef, I have found out this article I wrote in July for "Asuntos del Sur", originally in Spanish, which has been translated into English and published by Open Democracy. (thanks guys!).

As its ideas and main arguments remain updated even after this odd institutional decision of forcing her to step down, I am posting it here in this old  personal archive for personal recording purposes.


To coup or not to coup: radical political reform is the only way to resolve Brazil’s political crisis
ALEKSANDER AGUILAR 22 July 2016

Brazil continues to struggle with a political and representational crisis. As the country’s institutions collapse, the slogans Fora Temer and Volta Dilma no longer serve a purpose. Español


Demonstrators march holding a banner with a drawing depicting Brazil's President Dilma Rousseff that reads in Portuguese "In defense of democracy, Dilma stay" during a protest. Sao Paulo, Brazil. 2015. AP Photo/Andre Penner.

Political debate in Brazil is reaching a new level. Since May this year, when the incumbent President Dilma Rousseff was ousted and replaced with the interim government of Michel Temer, the country has been contesting the narrative surrounding the political ‘coup’. Meanwhile, the country continues to struggle with the surrounding political, institutional and representational crisis, one that since February, has been crippling the entire institutional framework of the Republic and its infamous (or rather, infamous) balance of power.

The roots of this beleaguering crisis are deep and diverse. But it is clear that it is the distorted political alliances that come as a consequence of Brazil’s ‘proportional’ institutional framework are of central importance to the debate. That is to say, that electoral system that serves the legislative powers at their various levels (municipal, state and federal), in a system of coalition Presidentialism, form the national order we see today – with all its oddities and failings. And this national order has produced a Congress that is incompatible with the programme set in 2014 by the suspended president, Dilma Rousseff, of the Partido dos Trabalhadores (PT).

On April 17th this year, the current National Congress of Brazil caused the nation world-wide embarrassment when it voted for the impeachment of President Rousseff, despite the lack of legal basis behind this horror-show of a decision. It lacks political reasoning and is characterized by extremely conservative fundamentalism. On May 12th, the Senate – Brazil’s upper house – approved Congress’ decision. This has created deep divisions across the country, fueled by widespread confusion and disappointment. Nevertheless, a margin of hope remains, as the country-wide debate on the future of the political system could be pointing towards a constitutional referendum that would establish early general elections.

A Rousseff return or new beginnings?

The majority of the Left’s critics complain of a current political process that is conducted with such malice and depravity. They warn of the headache that the interim government of Michel Temer, chairman of the Brazilian Democratic Movement Party (PMDB), would bring as a long-term replacement to the previous Rousseff government.

Within Temer’s government, most of its members are associated with the denouncing of illegal election funding and wider corruption, as well as supporting the ‘Lava-Jato’ investigation. Yet this interim government now behaves as if it has assumed its position as the Federal Executive to promote an entirely new agenda from the one that was given a mandate following 2014 general election. And as such, his ongoing presidency of the Republic should be seen as an unwelcome tarnishing of Brazil’s democratic credentials.

However, the length of Temer’s provisional government, which neither provides stability nor holds popular support, should not be at the centre of the current debate: Fora Temer is not enough. For this interim government plays only a minor role in the chaos of this year’s most talked about political drama, which culminated in the political ‘coup’ that ousted Rousseff.  Yet neither would the return of unseated President guarantee any true capacity to govern, considering the congressional nature of her impeachment and the ongoing conflict between the legislative powers of the Brazilian Republic.

Therefore, in finding a solution to Brazil’s political crisis, we should be asking which legal institutions have the capacity to break the impasse between the executive and legislative branches?

What does a ‘counter coup’ look like? 

Stood in the situation it is in, one of the possible solutions to solve this institutional crisis would be to call for a constitutional referendum, in order to conform the commitment to early general elections.

However, this alternative can hardly be justified if it is understood as a political opportunity, as it has in the past, but rather as the return to a serious debate over the meaning of Brazilian democracy and the role of its institutions – with radical reform in mind.

The majority of the population (62% according to the Instituto de Pesquisa de Opinião) hold the view that civil society movements and parliamentarians can unite around a proposal for fresh presidential elections, which would set a kind of remake of Diretas Ja – in reference to the largest nation-wide mass political campaign at the beginning of the 1980s, which called for general elections as part of the end of the military dictatorship that had dragged on since 1964.

Within the ranks of the divided PT, there are those who understand that this is this alternative is the best to bring them votes in the Senate (which in August, must vote on the impeachment of Rousseff), whilst also ensuring reprisal against the previous Rousseff government for its actions. This could be resolved if the President were to block the existing agreement for a new general election. This could be resolved if the President were to block the commitment to hold fresh general election.

However, there is a group within the PT feel that see the success of the political ‘coup’ and its surrounding narrative as the best outcome. By this option, the PT could distance itself from the tarnished image of Rousseff, instead realigning with the name of Lula in its campaign to return to power as soon as possible.

The two largest trades unions and social movements in Brazil, the CUT and MST respectively, are not convinced either. However, they could well accept the proposal of a constitutional referendum if it were to convene an Exclusive Constitutional Assembly to, among other things, push for political reform – something that has been frequently been raised in Brazil for years.

With this in mind, it is clear that the situation in which Brazil finds itself in has signaled both the need and the opportunity to organize a ‘counter coup’: to start debate and to mobilize ahead of October’s general elections.

The Ongoing Debate

The debate on the meaning of the ‘coup’, and the now looming proposal of a ‘counter coup’, has proved both polemic and far reaching - not just between competing groups on the Left of the political spectrum, but also those on the Left.

The PT’s opposition to the impeachment of President Rousseff has been based entirely on the illegitimacy associated with the word ‘coup’, enabling them to mobilize large parts of the Left. It is a body of popular support that for over 30 years have seemed fragmented and dispersed, now supporting a party that – particularly in Rousseff’s second term in office – became widely accepted as being politically indefensible.

The term ‘coup’, when in the context of the 1964 coup d’état that led to the overthrowing of the democratically elected government by parts of the armed forces, obviously carries strong historic connotations for the PT and its supporters. However, it is clear that even the most fervent PT supporters know all too well that the ‘coup’ of 2016 does no align with its historic meaning in the strict sense of the word.

Meanwhile, those on the Left who reject the ‘coup’ narrative - devised and broadcasted by the PT – are not only recognizing this conceptual, or historical, adaptation of the term, but they are also looking to mark their distance from Lula´s influence on the PT and their associated models of neo-Developmentalism. In some cases, this goes as far as to question the representation of the ‘serious’ Left itself, claiming that it is time to overcome the PT era and replace it with something new.

There is as much consistency as inflexibility among those of the ‘not to Coup’ narrative, because they don’t want to allow any room for the Lulo-PT to take advantage of this situation, presenting themselves as a progressive force being attacked by the evil forces of the right - reminiscent of Joao Goulart’s government following the coup d’état.

But if this means of categorization is forced upon us (and it seems that it already is), it would still be a sensible option for those who conform with the term ‘coup’ in describing the events of May 12th understand the debate to be an actual and virtual trivialization of the word. Because, in the words of the political philosopher Rodrigo Nunes, in light of today’s context, “perhaps we still have not trivialized the word enough”.

And so, where is the democracy?

Much like the term ‘coup’, democracy – this ‘empty signifier’ in Laclauian terms – is another overused and poorly defined term. While a furor surrounds Brazil’s ‘coup’, there seems to be little understanding of what it actually is and what how it relates to what is wanted from democracy. This is despite the fact that it is seems central to the debates concerning the country’s political and institutional crises. Few seem to understand or see the opportunity that this turbulent situation presents, or more specifically, that it offers the opportunity for serious debate on the alternative way of doing politics, a new national political project.

Early general elections present this opportunity: to think about democracy in Brazil, for the exiled political forces of left to exercise their imagination and capacity for action. They offer a realistic opportunity for the mobilization of the Left, and therefore the potential for a ‘counter coup’. With the strength of popular support, there would be the opportunity to approve the institutional rites of Congress and generate the required political debate – debate that is fundamental to the reorganization of the social and political fabric of the country.

PT members and sympathizers of Dilma, instead of continuing to focus their efforts on opposing the impeachment as an attack on democracy should perhaps provide a more constructive input into the debate and see the upcoming elections as a viable ‘counter coup’, applying pressure on these institutions which, at the end of the day, they both criticize and ultimately succumb to.

What is most important to understand is that this current crisis is an ongoing process that allows for the questioning of Brazil’s institutional design, as we know it today. If Brazilians aren’t able to respond to this crisis in the radical manner that is required, they are likely to see their political and social rights take a step backwards, to a position far more threatening than that experienced under Rousseff’s leadership.

And so, as the country’s institutions collapse, the slogans Fora Temer and Volta Dilma no longer serve a purpose. There will ultimately the need to face the challenge of radical political reform.

If the state of exception became the rule, it would make no sense to continue shouting “here comes the wolf!” That wild animal devoured much of the village a long time ago and it’s now our responsibility to save what remains. The system cannot be allowed to continue in the same way, the way that allowed for the conciliation between these beasts and ordinary men. We must accept that the past cannot be changed, but the future can.

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This article was published previously by Asuntos del Sur. 

Sunday, 21 August 2016

Mais da Satolep que te recebe, ou um pouco da local digna raiva

Mais de quatro horas numa delegacia de polícia para fazer o registro de uma ocorrência criminal. Um ato político, eu diria, gastar-se tempo e paciência, em fazer constar nas estatísticas oficiais do Estado a narrativa, já conhecidíssima dos escrivães da Civil, de mais um assalto violento com arma de fogo na cidade de Pelotas, na zona do Porto, claro – este bairro óbvio para a criminalidade desta cidade cada vez mais inóspita, e certamente tão umidificadora quanto brutalizante, do extremo Sul do Brasil onde nasci; não menos hostil, atualmente, do que muitas outras deste pais, dizem muitos. Em uma cidade do tipo universitária (cuja comunidade se concentra no Porto), de pouco menos de 400 mil habitantes, de uma complexidade étnica e social bastante razoável, e que se notabiliza pelo aumento constante e sintomático da violência multifacetada que é resultado de grandes (des)ordens políticas, sair ileso de uma agressão com arma apontada na cara já “é de botar as mãos aos céus”, também dizem. Foi “só” celular e alguns 60 pila. E ainda com o bônus, fruto do risco assumido de fazer uma argumentação com o indivíduo que me aponta o revólver, de ter ficado com os documentos. É, “o bagulho é doido”, “a vida é loka”, e “a coisa não tá fácil pra ninguém”, nem pra quem se dispõe ao trabalho de ir pessoalmente à repartição pública, praticamente para prestar um serviço gratuito ao Estado, experienciando delegacias com pouquíssimo staff, mal-organizadas, de estrutura física precária, com filas enormes e atendimentos demorados, apenas para colocar mais um número nos alfarrábios da Secretaria de Justiça e Segurança do RS (atualmente governado por uma direita patética) de forma a evidenciar a inadiável necessidade de ações, de resoluções, de reações. E nem pra quem está do outro lado do guiché, ouvindo que o fogo do circo está cada vez mais alastrando-se, trabalhando em condições sucateadas, cumprindo burocracias pra também tentar acreditar que a obviedade dos números somada a indignação em algum momento resultarão em mais do que uma mesma repetida história nos arquivos. Que o valor da vida está banalizado já é uma afirmação cliché. “Tás demorando muito, magrão, vou te estourar aqui mesmo”, o da vidalokagem afirma autoritário e quase solene, enquanto convenço-o, retirando os poucos e baixos bilhetes da niqueleira, a me deixar com os cartões de identificação e bancários fundamentais nesse tipo de vida urbanoide do qual também somos reféns. E que a zona do Porto é um dos grandes, talvez principal alvo da criminalidade em Pelotas, também é uma obviedade. É um problema de falta de policiamento? Também. Segundo o grosseiramente apurado são apenas 4 (quatro) viaturas pra cobrir toda a cidade. Toda! Mas é claro que também há o tráfico, a influência do consumo de crack, as disputas das gangas rivais cada vez mais evidente e aterrorizando a cidade, os presídios de péssima estrutura de onde lideranças do crime fogem cinematograficamente ou lá permanecem exigindo celulares e outros recursos – desses subordinados que saem às ruas assaltando - para controlar seus negócios. Somemos os fatores subjetivos da importância – ou necessidade – do jovem de periferia ter status dentro dessas organizações em ascenso enfrentando e matando sem pudor e com orgulho, e as segregações sociopolíticas clássicas marcadas pelos muros invisíveis entre os bairros pobres e o centro desta cidade, chegando até a simples influência do maldito consumismo que leva ao desejo de uma roupa de marca melhor, ou smartphones mais avançados, custe o que custar. E hoje em dia em Pelotas isso não custa muito. “É mu-mu, tio!”(marca de doce de leite pastoso), dizem os guris que se dedicam a essa atividade, principalmente nessa região da cidade, que concentra os campi da Universidade Federal de Pelotas e da Universidade Católica de Pelotas. Ou seja muito fácil, atacar a comunidade universitária, e também outros e outras trabalhador(as) de qualquer classe social, em deslocamentos profissionais, de lazer ou residencial, em toda essa zona. Sem polícia, sem medo, e sem razão para não cometer, esses crimes – em que já é comum envolver morte ou pelo menos ferimentos graves – tratam-se quase de uma simples coleta. Dois, cada um em uma bicicleta, ou em uma mesma moto, com revólver ou pistola mesmo (arma branca já é demodê) abordam transeuntes, qualquer deles – homens, mulheres, grupos, sozinhos, não importa, com o conhecido “Perdeu, perdeu!” e exigem o que quiserem, fazem o que quiserem. Se saíres vivo, agradeça tua sorte. Perdemos mesmo. Todos. Aqui estamos, e assim está, a Princesa do Sul, a Satolep, a terra do Sopapo, e todas as cidades médias e grandes deste país, e o nosso cotidiano – tal qual tantos outros lugares latino-americanos, que nos ferem a alma e nos fervem a digna raiva. O que virá, com potência, não será só de um lado, pois muitos lados vão cada vez mais fazer questão de se configurar, disso também podemos estar certos em esperar.

Thursday, 7 July 2016

De uma noite de outono pelotense em 2016

Estou passando um frio incrível na cidade de Pelotas.

Incrível não apenas porque quase não consigo acreditar que nasci e me criei nele, nisto que minha atual percepção de clima facilmente classificaria de absurdo gélido, mas também porque há um quê de extraordinário neste inverno recém chegado, em particular, pois vejo os pelotenses reclamando do quão cedo e intenso o frio chegou neste ano.

Websites de previsão do tempo afirmam que a temperatura por aqui nesta madrugada é de 4c, com sensação térmica de -4c. “London feelings”, uma amiga carioca que conheci em Londres reage a um post meu mostrando a temperatura do momento em Pelotas.

Incrível ainda porque, tomando como base o que parece ser minha atual relação com este tipo de frio, chego a falar em pelotenses em terceira pessoa. “Mas criado aqui e tanto tempo em Londres, para de frescura, tchê”, já me disseram.

E por isso, e outras razões, fui procurar no meu blog o que já havia escrito sobre frio, enquanto morava naquela ilha quase polar, e vou confirmando o quanto minha relação com o gelado já foi outra, de fato. Note-se que disse “gelado”. Porque buscando esses comentários climático-existencialistas anteriores, percebi que o meu frio costumeiramente sempre foi o gelo, e me dei conta que hoje aprendi que o frio pode sim ser apenas frio.

Mas não aqui em “Satolep”.

Por exemplo, em dezembro de 2010, sendo natural destes pampas e com alguns anos em Londres, escrevi: “O parâmetro de frio para mim é quando me vejo obrigado a usar luvas. Não sou muito fã de luvas, mas há um momento em que é fisicamente impossível andar na rua com as mãos expostas, quando os dedos realmente doem de gelado e ás vezes chega a parecer que vão congelar mesmo. ”
Hoje, entretanto, aqui nesta minha cidade natal, estou usando luvas desde primeiro dia que cheguei, e agora mesmo enquanto escrevo sinto meus dedos tesos pela falta delas. Alterno o digitar no teclado com breves aquecidas das mãos no ventinho quente embaixo do laptop, e isso estando na cama debaixo de camadas de cobertores e edredom, e com cachecol ao pescoço. O manual de sobrevivência instintiva pelotense recomenda sentar por um tempinho em cima das roupas recém tiradas do guarda-roupa e que serão vestidas, caso contrário é quase como esfregar uma barra de gelo nas costas, barriga e pernas. Faço interjeições de espanto e indignação cotidianas com o sentir literalmente na pele a falta de estrutura para o frio de uma região brasileira que urbanisticamente, na configuração interna das casas, esquece que não é tropico. Pelo menos para nós, os sem-dinheiro, que não temos lareira, nem fogão a lenha, nem climatizador, e neste momento (porque quebrou) nem uma estufa pequena para deixar um bafinho quente no banheiro por alguns minutos antes de enfrentar o chuveiro, elétrico, que simplesmente quase não dá conta de aquecer a agua quase em ponto de congelamento nas tubulações. E porque tem que se deixar o registro o mais fechado possível, para que a agua, caindo em menor quantidade, possa ficar mais quente, as vezes sinto um cheiro de queimado vindo da ducha e me preocupo que o bendito queime a resistência em meio a uma ducha. O banho diário, nessas condições, é um momento que exige concentração, preparação e desprendimento - uma prova de coragem, especialmente se for cedo pela manhã. A agua direto das torneiras sem aquecedor, senhoras e senhores, é de uma temperatura anestesiante, e é com ela que temos que lavar a louça nossa do dia-a-dia... Absurdo gélido.

Encontrei ainda nestes posts climático-existencialistas no meu blog comentários sobre como o frio em Londres “é daqueles bem úmidos, com bastante vento, que sopra gelado pelos poros até a alma, coisa de “ranguear cusco”. Lendo isso hoje, e sentindo todo o gélido diário que estou sentindo, sempre que possível tentando estar sob aquele raiozito de sol que esteve persistentemente ali por mais de meia hora só pra dar a entender que ele não fica presente por muito mais tempo mesmo, me pergunto, atualmente, e aqui é muito diferente?

Foi preciso eu entender outros Brasis, que no meu caso só foi possível conhecer tendo ido pro exterior antes, pra aceitar que parece que há mesmo semelhanças entre Londres e Pelotas nesse quesito. Não que isso seja novidade. Ao menos não o é para um certo pelotense modus vivendis que, ao fim e ao cabo, adora comparar a umidade desse pântano do Sul com a Londoner, adora associar a “murrinha” desse inverno pampeano com o tal do fog...

O fato é que  “ O frio geometriza as coisas”, como disse um personagem de Vitor Ramil, no livro “Satolep”. Talvez porque ele possa permitir, ou nos fazer crer, que a partir dele as coisas se encaixam; talvez porque encaixar-se, por conta de frio, é também embrutecer-se. Eu não quero deixar embrutecer-me:
"Mas também é bom sentir a densidade,
o cair grave em forma de azul-escuro, pesando sobre a estratosfera,
reverberando,
sentando-se em espirais,
lentas.
Ouvir timbres marinhos em mínimas solfejadas por bocas grossas,
acompanhadas pelo estalejar daquelas esquecidas pela varredura.
E tocar o vidro gélido,
sujo,
penetrar o fleumático desses tons homogêneos, de consistência escura,
cheirar emanações esbafejantes das alvoradas soturnas, nebulosas,
respingantes, menos que chuva.
Sons baixos sussurrados no vapor negativo, arfantes entre as espessuras invisíveis,
o toque de se encolher."

Wednesday, 27 April 2016

Textos curtos para Ítaca (?)




Quando eu abro os olhos pra onde estou olhando afinal?
Quando o olho abre, afinal?
Quando, olhando, o olho abre, afinal?
Quando o olho abre afinal?

Monday, 25 April 2016

Del por qué el PT debe desaparecer, o el realismo de pedir lo imposible

* Por Aleksander Aguilar
 http://www.asuntosdelsur.org/blog/2016/04/15/del-por-que-el-pt-debe-desaparecer-o-el-realismo-de-pedir-lo-imposible/
El impeachment-golpe de la presidenta Dilma Roussef, en Brasil, será llevado a las últimas consecuencias por el grupo empresarial-parlamentario-mediático-judicial que lo promueve y conduce. Caso efectúese generará graves y largos efectos sobre el Estado democrático de derecho brasileño y sobre toda la región suramericana (1). Sin embargo, ante esta profunda y dramática crisis política y de representatividad brasileña, hay gente que aún habla de un “rescate” de la identidad del Partido de los Trabajadores (PT).
Las identidades políticas, sin embargo, no son fijas ni estables para que sean simplemente “rescatadas”. Éstas se constituyen, precaria y de manera contingente, a partir de una articulación alrededor de un punto nodal, generando un nuevo discurso que puede hegemonizarse, creando una narrativa que da terreno para que las diferencias innegociables de los actores involucrados no desaparezcan, sino que configuren cadenas de equivalencia que permitan la acción conjunta.
Esta agremiación que se enorgullece, en las palabras de su principal exponente (2), en ser “la más grande y exitosa organización de izquierda de América Latina”, ha sido resultado de una situación discursiva de finales de 1970. Ha surgido precisamente en febrero de 1980 y ha funcionado por varios años como un gran Frente donde conviven muchos colectivos políticos oriundos de distintos orígenes y matrices ideológicas, siempre asociados a un presunto gran campo de izquierda, que se articuló durante el período final de la dictadura civil-militar en torno al discurso por Diretas Já! y a partir del antagónico común que la dictadura representaba.
Luego de 36 años y de victorias tan importantes como cuatro elecciones al gobierno federal brasileño, el Partido de los Trabajadores solo existe porque Luis Inacio Lula da Silva existe. Las recientes encuestas de intención de voto que apuntan a Lula como el favorito para la presidencia de la república en 2018 (3) apenas comprueban que el petismo es demasiado lulista, sumamente dependiente de este único nombre, lo cual no fue obra de las circunstancias pues el partido así lo quiso, hizo todas sus apuestas y canalizó su arrogancia en esta dependencia.
La sigla estuvo tan dedicada a construir su famosa “gobernabilidad” a lo largo de todos estos años en el Poder Ejecutivo Federal, sin una real renovación de cuadros y líderes con, al menos, una mínima fuerza electoral, que todo su “legado” en cuanto proyecto nación – que es algo como mínimo conceptualmente disputable – se perdió en la obvia falta de autocrítica que enmarcó su actuación gobernante. Un error que cobra ahora un precio letal.
Del coma a la muerte
En líneas torcidas, el politólogo y periodista, vocero de la Presidencia en el primer gobierno de Lula, André Singer, confirma esta idea cuando afirma que el lulismo está en coma pero aún no está muerto (4). El PT parece buscar, todavía, su salida para este debilitamiento crónico a partir de Lula y con la errónea metodología que siempre mantuvo en estos 16 años de gobierno, es decir, evitando reformas estructurales y haciendo concesiones, incluso (y principalmente) éticas. Estas concesiones fueron hechas a lo peor habido en los poderes republicanos y fácticos contemporáneos: a la industria del agronegocio y de los gigantes internacionales de la construcción, que permitieron la expansión de la “cultura de corrupción” y se hicieron garante del crecimiento económico del país a un terrible costo social; a la base parlamentaria neopentecostal que ha hecho retraher derechos humanos y sociales; a las grandes corporaciones mediáticas (las mismas que ahora critica en el contexto de la operación “Lava Jato”) con acuerdos publicitarios millonarios que evitaron el necesario debate sobre la democratización de las comunicaciones, y más recientemente, ofreciendo descaradamente más y más cargos de gobierno a la derecha nueva y la tradicional (sus aliados desde el primero gobierno Lula, a propósito) a cambio de votos que eviten el avance del proceso de impeachment.
Singer reconoce que el Lulo-petismo nunca ha tenido la preocupación en romper con las reglas del juego, sino en hacerse un jugador de relevancia a cualquier costo. Él ha sido perentorio en afirmar que las reformas estructurales durante el periodo de auge de las commodities, que en gran medida han asegurado el éxito de los gobiernos Lula, nunca fueron parte de la agenda, era una tesis demasiada “abstracta” (5).
Los gobiernos del PT no han querido, deliberadamente, establecer las condiciones materiales para crear un proyecto de nación y se convirtieron al lado de las élites tradicionales, en rehenes de su propio éxito. El PT creó una presunta inclusión social a partir del consumismo, y no de la ciudadanía, creyendo que todo se mantendría bien en cuanto los pobres se hiciesen menos pobres, aunque los ricos se hiciesen más ricos.
En lugar de buscar cambiar la balanza del poder de Brasil, tan obviamente pendiente hacia el lado de las élites que aseguran la desigualdad e injusticia social en el país – con medidas como la históricamente esperada reforma agraria, la urgente reforma política y electoral, la democratización de los medios de comunicación, por ejemplo –, el PT ha preferido jugar el juego de los truenos, que es aquel que cuando juegas, vences o mueres.
Es así que el Lulismo y el PT se están muriendo. El partido, bajo la celebrada “habilidad” política de Lula, prefirió pagar un precio ridículo para mantener sus aliados parias en nombre de la presunta realpolitik de la gobernabilidad, y en lugar de gobernar como dice la diputada federal y figura de renombre de la izquierda brasileña Luiza Erundina, con el pueblo (6). Es decir, en lugar de una alianza concreta, efectiva y orgánica con la sociedad civil, el PT decidió hacer “lo posible en las condiciones que encontró”, sin dar batalla a ningún esfuerzo para transformar estas condiciones y, especialmente en este segundo gobierno de Dilma,  con un Legislativo podrido para el cual tuvo que dar concesiones, incluso éticas, inmensas, con las cuales se metió y se entremezcló.
Lo más patético es que estos “aliados” de casi 20 años de gobiernos petistas – avisados que estaban desde siempre por las fuerzas realmente progresistas, incluso desde adentro del PT – han probado ahora, con el proceso de impeachment-golpe en curso, que nunca vieron al partido más que como una alianza táctica, aquella que permitiría, y permitió, que sus ganancias fueran garantizadas y maximizadas durante la década del boom de lascommodities. Dilma puede caer no por haber enfrentado los intereses de las élites en favor de un Estado más social, sino por no haber tenido la capacidad de seguir atendiendo sus expectativas y deseos.
Pero un constante y fuerte crecimiento económico es justamente aquello que el capitalismo no puede ofrecer, no se sostiene por mucho, y la combinación de la caída de la economía global, con pésimas políticas nacionales de incentivos industriales, han cerrado el ciclo neoliberal de la inserción internacional brasileña. Esto ha puesto en explícito de qué manera al dejar de ser útil a sus intereses y al ya no ostentar la popularidad de antes, el PT seria desechado como una herramienta obsoleta, tal cual se ve ahora con el impeachment-golpe que buscar doblar el Estado democrático de derecho a voluntad de sus elites tradicionales.
Esta es la lección pendiente del PT: aprender, por fin, la metáfora del instrumento sin finalidad, entender que un partido político no es un fin en sí mismo, que herramientas – tal como lo son partidos políticos en general– se desgastan y por lo tanto pueden o deben desaparecer.
Realismos y realidades imposibles
Esta desaparición petista puede ocurrir de dos modos: un entierro absoluto de la sigla o un “fin de lo que es tal cual la conocemos”.
Así como está, con un claro matiz de centro-derecha el PT ya no sirve a nadie. Con la derecha, considerando el infierno que el gobierno vive en este momento, el partido ya sabe (o debería saber) que no tendrá apoyo. Y después de utilizar la “amenaza del retroceso” como chantaje electoral en 2014, aunque luego en el segundo gobierno Dilma haya descaradamente pasado a implementar precisamente una agenda económica neoliberal, ahora utiliza el discurso del golpe para buscar apoyo junto a una “base” de izquierda. Como ha criticado Frei Beto, el PT apenas se acuerda de los movimientos sociales a la hora de apagar los incendios (7).
Es decir, el PT está en la capacidad de cocinar todos los ingredientes para quedarse solo, sin embargo, paradójicamente, en lugar de soledad, puede optar por desaparecer.
Pensar que el partido ahora está más lejos que cerca de la posibilidad de promover algún tipo de reforma estructural, es ignorar que todos los ratones abandonaron el barco. Y por lo tanto, por el mismo pragmatismo o realismo del cual se hizo tanto autobombo en los últimos años, el gobierno debería entender que es con la izquierda con quien podría contar si llega a dar señales de una agenda progresista, o incluso radical. Lo que está en juego en Brasil hoy no es el gobierno del PT, ni su legado. Las protestas callejeras del 18 y del 31 de marzo han probado que las fuerzas políticas de izquierda, y no apenas las partidarias, están dispuestas a defender el país, más no al gobierno.
Tales marchas “contra el golpe” no han ganado la tilde de “históricas” porque fueron a favor del PT, sino porque como no ha sido visto en más de 30 años, articularon alrededor del punto nodal Abaixo a rede Globo! a las izquierdas brasileñas, incluso y principalmente las no-partidarias, fortaleciendo a su paso el discurso por la democratización de los medios masivos de comunicación. Esto debe ser respetado y comprendido.
Quizá quede aún un pequeño y último espacio para una reorganización del PT con los movimientos sociales, si aquél decide llevar a cabo mínimamente la agenda y programa con los cuales se comprometió durante la campaña electoral.
De otra forma, en un momento tan crucial, determinante e histórico como el actual en todos los sentidos, y alcanzando el máximo de irrespeto hacia su base de origen al dedicarse de lleno a la política mediocre de una ingeniería institucional basada en intercambio de votos por cargos públicos, reforzando su estelionato electoral y, al fin y al cabo, evitando realmente ser realista, el PT habrá llegado a su límite total en este año. Y por coherencia y mínimo de responsabilidad con su historia, debería desparecer, destruirse, convertirse en una referencia del pasado y dejar brotar lo nuevo.
Porque si el futuro no es un horizonte de predicciones, al menos algunas importantes lecciones los brasileños podemos sacar de todo esto, principalmente de la ingenuidad del realismo puro. Tal como alguna vez pensó Macchiavello, el realismo político no es un valor abstracto, sino apenas en relación a su empleo en el tiempo. “¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!”
1- La crisis política de Brasil afecta a toda la región http://www.lanacion.com.ar/1886120-la-crisis-politica-de-brasil-afecta-a-toda-la-region
2- Exclusive Interview by Glenn Greenwald with Former Brazilian President Lula da Silvahttps://theintercept.com/2016/04/11/watch-exclusive-interview-with-former-brazilian-president-lula-da-silva/
4- “O lulismo está enfraquecido, até em coma, mas não terminou”, analisa André Singerhttp://ihu.unisinos.br/entrevistas/553303-qo-lulismo-esta-enfraquecido-ate-em-coma-mas-nao-terminouq-entrevista-especial-com-andre-singer
5- IDEM
6- Aliança com povo evita governo “refém do Legislativo”, diz Erundinahttp://www.cartacapital.com.br/politica/erundina-buscar-governabilidade-nao-significa-fazer-concessoes-eticas
7- PT só se lembrou dos movimentos sociais na hora de apagar incêndios, diz Frei Bettohttp://noticias.uol.com.br/politica/ultimas-noticias/2016/04/10/se-dilma-antecipar-eleicoes-estara-renunciando-diz-frei-betto.htm

* Aleksander Aguilar es periodista, lingüista, y doctorando en Ciencias Políticas. Coordina la red-plataforma O ISTMO www.oistmo.com