Wednesday, 21 April 2010

Volcanes, amnistias y memoria

Si, el volcán ha ocasionado muchos problemas. Tantos que ya no vale la pena mencionar. Hay suficiente cobertura mediática en todo el mundo sobre este caso surrealista. De hecho, ha sido un episodio fantástico, casi increíble. ¡Un volcán explota en Islandia y toda Europa queda cerrada! Nosotros, sobretodo, habitantes de esta gélida isla, hemos sufrido aun con más fuerza el aislamiento. Suceso digno de nota para un libro…

Comentario hecho, reproduzco abajo un excelente texto, en paralelo con el post anterior, sobre otros procesos volcanicos: las controversias de los procesos de lucha por Memoria Histórica en El Salvador. Un texto tomado de la revista ContraPunto, de la cual soy colaborador. Brasil y el Pulgarcito de América comparten similitudes en este proceso – tópico que conforma el eje de mis investigaciones académicas – y el abordaje del artículo de Beatriz Cortez. Trata precisamente de la esencial importancia de ubicar el debate también para más allá del debate legal y construir la Memoria Histórica desde una perspectiva cultural.

Ni el gobierno ni la Asamblea Legislativa están dispuestos a derogar la Ley de Amnistía por el momento. Sin embargo, hay que recordar que esta ley solamente tiene jurisdicción en el campo legal. En el campo cultural tenemos todos los medios para construir una cultura de la memoria que nos permita estar informados sobre nuestra historia reciente.

* LA AMNISTIA Y LA MEMORIA

"La “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz”, es decir, el Decreto Nº 486 de fecha 20 de marzo de 1993 y publicado el 22 de marzo de ese mismo año, amplió el alcance de la Ley de Reconciliación Nacional, es decir, la ley de amnistía que ya se había aprobado el 1 de enero de 1992. Ambos documentos son resultado de una negociación que protegía con la amnistía a personas que habían sido identificadas como responsables de violaciones a los derechos humanos y actos de lesa humanidad. La Ley de Amnistía solamente extiende este beneficio a las personas que no estaban protegidas por la primera ley una vez que se publica el informe de la Comisión de la Verdad. En el documento de la Ley de Amnistía se indica:

Que para impulsar y alcanzar la reconciliación nacional, es conveniente conceder la gracia de amnistía amplia, absoluta e incondicional, a favor de todas las personas que en cualquier forma hayan participado en hechos delictivos ocurridos antes del primero de enero de mil novecientos noventa y dos, ya se trate de delitos políticos o comunes conexos con éstos o delitos comunes cometidos por un número de personas que no baje de veinte, comprendiendo aquellas personas contra quienes se hubiere dictado sentencia, iniciado procedimiento por los mismos delitos o no existiere procedimiento alguno en su contra, siendo extensiva la gracia a las personas no incluidas en la Ley de Reconciliación Nacional hayan participado como autores inmediatos, mediatos o cómplices en los mismos hechos delictivos.

La memoria, sin embargo, no es un asunto legal. La memoria en El Salvador es una deuda pendiente para poder cumplir los acuerdos postergados del periodo en que se negoció el fin de la guerra. Incluso aquellos espacios institucionales que se fundaron precisamente para construir la memoria, como el reporte de la Comisión de la Verdad para El Salvador conformada por las Naciones Unidas y titulado De la locura a la esperanza: la guerra de doce años en El Salvador, son espacios que contribuyen a borrar la memoria de nuestra historia reciente.

Nunca deja de sorprenderme el discurso con el que en este informe se presenta la así llamada verdad y la memoria. Es un discurso que promueve la idea de la igualdad entre las víctimas y los victimarios y que borra a los responsables:

La violencia fue una llamarada que avanzó por los campos de El Salvador; invadió las aldeas; copó los caminos; destruyó carreteras y puentes; arrasó las fuentes de energía y las redes transmisoras; llegó a las ciudades; penetró en las familias, en los recintos sagrados y en los centros educativos; golpeó a la justicia y a la administración pública la llenó de víctimas; señaló como enemigo a quienquiera que no aparecía en la lista de amigos. La violencia todo lo convertía en destrucción y muerte...

En otras palabras, el discurso de este reporte contribuye a borrar las responsabilidades y pone en circulación la idea de que la violencia, en abstracto, es la responsable, mientras que todos son igualmente sus víctimas: “Las víctimas eran salvadoreños y extranjeros de todas las procedencias y de todas las condiciones sociales y económicas, ya que la violencia iguala en el desamparo ciego de su crueldad” .

Por consiguiente, este documento tan simbólico para la edificación de la paz en El Salvador es un documento que contribuye a construirla sobre los escombros de las vidas de las víctimas, que invisibiliza el racismo y el clasismo que permea la sociedad salvadoreña y que borra las responsabilidades de los perpetradores. Es un informe sin contextualización histórica. A pesar de todas estas dimensiones precarias del reporte, la Comisión argumenta que se dedica a producir “la verdad”:

A la Comisión de la Verdad se le dio tal nombre porque su vocación y su esencia eran la búsqueda, el encuentro y la publicación de esa verdad en los hechos de violencia realizados por tirios y troyanos. [...] La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, como reza la terminología ritual en la prestación del juramento. La verdad global y la verdad específica. La verdad resplandeciente pero tranquila.

Es, por consiguiente, evidente que este documento sobre el que se edifica la paz funciona de tal forma que oculta la memoria, que se apropia de la verdad, que elimina el trasfondo histórico que propició la guerra, y que promueve la bien establecida cultura de la indiferencia.

Sin embargo, aunque no podamos contar con espacios institucionales para construir la memoria ni a nivel internacional desde las Naciones Unidas ni a nivel nacional desde la Asamblea Legislativa, la memoria de los salvadoreños no puede ser exclusiva a esos espacios. Nuestra memoria nos pertenece, y de manera cotidiana se construye desde otros espacios, a veces, desdeñados, como desde la producción cultural, en el arte, en la literatura, en la poesía, sobre todo cuando esta producción cultural es independiente y no está supeditada a ninguna de las instancias que mantienen vigente la Ley de Amnistía."

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