Lula va a El Salvador por la segunda vez en dos años. Antes de él, nunca un presidente brasileño había puesto los pies en las tierras cuzcatlecas. Cuando vino en 2008, como invitado en la Cumbre de jefes de Estado del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), Antonio Saca aun era el mandatario, pero la cita privada fue con el entonces candidato a presidencia, Mauricio Funes, en una clara demostración de su apoyo electoralmente importante en aquel momento del juego.
Tener la imagen pegada a la de un internacionalmente respetado y moderado presidente de izquierda del propio continente latinoamericano era esencial en la polarizada disputa política salvadoreña y daba el tono de las direcciones de la futura prioridades de las relaciones exteriores del país. Los análisis que presentábamos daban cuenta de lo que se acabó confirmando – la relación con Brasil se ha convertido en una estrategia clave de la política salvadoreña.
Sin embargo, tal situación no está basada solamente en el hecho de que aún cuando actuaba como periodista, Funes fue presentado a Lula por su actual esposa, la brasileña naturalizada salvadoreña, Vanda Pignato – la primera dama del país y la Secretaria de Inclusión Social del gobierno FMLN, que fue militante fundadora del Partido de los Trabajadores (PT) y una de las principales organizadoras de la Secretaría de Relaciones Internacionales de la sigla. El mandatario brasileño, desde hace algunos años, ha mantenido una estrecha relación con Mauricio Funes y en su discurso de toma de posesión, el presidente salvadoreño dejó bastante explícito que Lula, su “amigo personal”, es el referente de su gobierno. Luego de la victoria electoral del FMLN, Brasil fue el primer país que Funes visitó, donde nuevamente se encontró con Lula, y su primer viaje oficial como presidente también fue al gigante de Suramérica, el septiembre del año pasado.
Brasil, que desde el final de la dictadura militar (1964-1985) ha estado buscando consolidar la institucionalidad caminando hacia la madurez democrática, es parte del grupo de países líderes en acciones de cooperación de modalidad Sur-Sur. Esta se ha consolidado dentro de la cooperación internacional al desarrollo y conforma hoy una de las tendencias más significativas en este ámbito: la actuación de países de renta media que se mantienen como receptores de fondos de Ayuda Oficial al Desarrollo a la vez que implementan proyectos de asistencia técnica e intercambio de experiencias.
En los últimos años, Brasil ha ganado importancia e influencia en diferentes áreas de la arena internacional. Su economía ha crecido hasta alcanzar el décimo puesto del mundo y es la mayor de Sudamérica, pues representa la mitad del PIB total del continente. Brasil, junto a Rusia, India y China (BRIC), se ha convertido en un actor preponderante en el escenario global.
La posición de Brasil en la cooperación Sur-Sur en Iberoamérica se enmarca entre los países que más donan. El Salvador, a su turno, entre los que más reciben y la actual y exclusiva relación recién gestada y manifiesta por ambas naciones, incluso facilitada por las relaciones personales entre los mandatarios, tiene su primera materialización en esta otorgación de Brasil de un crédito por $300 millones a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para renovar la flota de buses que ofrecen servicio de transporte colectivo en El Salvador.
Brasil es hoy el más importante “player” del tablero geopolítico de Suramérica y ha estado ganando cada vez más relevancia en los asuntos políticos de América Central. A parte de su participación protagonista en la crisis de Honduras, el Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil) crea pasaje para el desarrollo de su concepto de “liderazgo sin hegemonía” en el hemisferio aumentando su influencia en Centroamérica a través de El Salvador.
En un momento en que los Estados Unidos buscan recuperar posiciones de influencia en el continente, que no tuvieran tanta notabilidad durante la era Bush debido a las energías dispensadas en Afganistán e Irak, Brasil inventa formas de expansión económica y políticas, sin recurrir al imperialismo bélico tradicional. El estado brasileño se esfuerza en el trabajo de la integración suramericana, impulsando la Unión de Naciones Suramericana (UNASUR) y el Consejo de Defensa Suramericano, pero sabe que una eventual unión del SICA y del MERCOSUR podría ampliar decisivamente su papel de potencia regional.
El Salvador actualmente, dada las viejas y buenas relaciones existentes el PT y el FMLN, y teniendo la presencia de una antigua “compañera” en el centro neurálgico del gobierno salvadoreño, es el camino natural para expandir esa estrategia. Pero no es solo esto.
UNA INVITACION IRRECUSABLE
Hay también el factor “invitación irrecusable para El Salvador”, como define el gobierno brasileño en el blog de la presidencia de la republica, Blog do Planalto.
Expandir la producción de etanol en el marco del Acuerdo Brasil-Estados Unidos sobre Biocombustibles es otra prioridad del gobierno brasileño. Brasil es el país con mayor experiencia mundial en este sector debido a su programa de producción de etanol a partir de la caña de azúcar que fue implementado en escala nacional. Los Estados Unidos y el Brasil - los dos principales productores mundiales de etanol - acordaran en 2007 impulsar la producción del combustible a nivel regional y multilateral con el objetivo de convertirlo en un commodity. En la ocasión de la firma del acuerdo, Lula dijo que “si financiamos proyectos de producción de etanol en países pobres y luego esta producción es comprada por los países ricos, entonces estaremos creando empleo y desarrollo” (traducción libre del portugués).
Durante la Cumbre del SICA en 2008, en la primera visita de Lula a El Salvador, un encuentro empresarial Brasil-SICA también ha sido llevado a cabo y el biocombustible fue uno de los principales puntos debatidos como oportunidades de negocio entre los dos países. Mauricio Funes en la época declaró: “Un país como Brasil que puede transferirnos tecnología y ayudarnos para que también aprovechemos el Tratado de Libre Comercio que tenemos con los Estados Unidos de modo tal que con la tecnología brasileña y de esta manera reducir nuestra factura petrolera es un aporte fundamental para el crecimiento de la economía salvadoreña. Creemos en destinar la caña de azúcar para la producción del biocombustible y no el maíz, porque esto no implicaría poner en riesgo nuestra seguridad alimentaria” El año pasad Funes reafirmó su interés en conseguir que la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) instale una sede regional para la investigación agrícola en El Salvador, ambición que también tiene el gobierno panameño.
Oportunidad para ampliar su liderazgo hemisférico y espacio para la producción de biocombustible. Este es precio brasileño para ofertar el préstamo de 300 millones de dólares a El Salvador. Si una compensa la otra, es una respuesta que las necesidades e intereses estratégicos de ambos estados pronto nos darán.